
Camino por un desierto
de ladrillo rúsitco
molido
donde asoman expectantes
erizados cactus
redondos y petisos
En el cielo tranquilo de la tarde
donde unos dorados pájaros
bordan nubes con su sangre
una boca de diamantes sonríe para hablarme
y en un aliento de plata
que sacude el piso sordamente
escucho sus palabras:
Nos miramos a luz y a contraluz
hurgamos nuestras entrañas
centrifugamos las ideas
para analizar sus sedimentos
nos revolvemos
nos desmenuzamos
cocemos nuestras heces
en nuestras propias lágrimas
espectrografiamos los versos
que en la borra de la sangre
huérfanos quedaron
El pájaro se hizo luz en la mañana,
robándole al sol su rayo voluptuoso
para convertirlo en espada vencedora
de la monotonía azul de las alturas.
Se elevó en curva amenaza
e hirió al cielo de un tajo florecido,
cuyo vientre gozosamente abierto
vació su entraña de irisados cantos.
Y el trino aguerrido de su aurora
enmudeció las penas e iluminó los campos.
— DHB
Andando en el jardín de las esferas
los ojos sólo ven deformidades
sus límpidas y bellas transparencias
engañan
tergiversan las verdades
Su floración se alza en sus pedúnculos
como racimos gráciles
inocuos
como globos de risas infantiles
como ofrendas de amor a nuestros ojos